NOTICIAS Y EVENTOS
27 de Noviembre de 2019

Plescia, el constructor de su sueño

“Es muy fuerte representar a la UNLaM. Nos nombran como la Universidad Nacional de La Matanza y se nos infla el pecho”, se emociona Sebastián.

La historia del equipo de Primera de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) se inicia en 2012, cuando Sebastián Plescia empezó a entrenar a algunos chicos que jugaban al sóftbol, junto a un conjunto femenino dirigido por Silvia Gauna (encargada de la cátedra). Al poco tiempo, Choper llamó a sus excompañeros del colegio Monseñor Solari, donde descubrieron la disciplina a los doce años y jugaron hasta terminar la cursada. Una vez reunidos en el campus de la calle La Paz, allí resurgió el grupo, al que llamaron Fénix.

Con Germán Bonaccorsi a la cabeza, quien fuera profesor de Plescia en el colegio, el equipo inició su camino en el torneo de la Asociación de Softbol de Buenos Aires (ASBA). En los últimos años, viene siendo protagonista y eso lo llevó a competir en otros certámenes, como el Nacional de Clubes de Paraná, distintas Copas (Las Heras, Mendoza, Bahía Blanca, por ejemplo) y hasta eventos internacionales, como el Fast Pitch de Cancún o la serie NAFA en Estados Unidos.

“Es muy fuerte representar a la UNLaM. Nos nombran como la Universidad Nacional de La Matanza y se nos infla el pecho”, se emociona Sebastián.
Y fue en una de esas presentaciones en Norteamérica en la que el apellido Plescia empezó a correr en el ambiente. “De los viajes que fuimos haciendo, siempre tuvimos contactos; vas conociendo gente. Y empezaron a preguntar por mí. Fue así que, en mayo, surgió la posibilidad de ir a Indiana, a un pueblo que se llama Wabash”, cuenta Seba, de 31 años.

Plescia fue fichado para la temporada -de junio a septiembre- por el AJ Mansory Sting and Song, un equipo cuyo dueño es contratista de la construcción. “Llegué el 4 de junio y, enseguida, empezamos a jugar en una liga de la zona. Después, durante los fines de semana, participábamos en distintas ciudades; jugamos en Michigan, Minnesota, Chicago”, relata el profe de Educación Física.

¿Jugabas y, también, trabajabas?
Sí, estuve trabajando para el dueño del equipo. Él es contratista de servicios de albañilería y yo hacía tareas de limpieza, llevaba los baldes, las bolsas... Se aprovechaban de mi físico, ja, ja. Tenía alguna experiencia de albañilería de hacer cosas en mi casa, pero fui aprendiendo el oficio a la fuerza; no me quedó otra, je.

¿Vivías solo o con tus compañeros?
Al principio, estuve 25 días solo, y fue muy aburrido. Me levantaba, tomaba unos mates, me iba a trabajar, volvía, tomaba unos mates de nuevo, me dormía una hora, y me ponía a entrenar. Me había comprado un tee ball para batear, y bateaba, bateaba, y, si el equipo entrenaba, me iba con ellos. Me habían dado una motito, con la que me trasladaba al campo de entrenamiento. Y, a la noche, llegaba a la casa, me cocinaba y me iba a dormir. Después, llegaron dos chicos más; Mariano Zanel, de Las Heras, y Andrés Ferretjeans, que juega en Bahía Blanca, a quienes no conocía más que de cruzarnos en algún torneo. Y, con ellos, fue un poco más llevadera la estadía.

¿Te gustó la experiencia?
Sí, por ser la primera vez, fue una experiencia muy buena, pero hay ciertos momentos en los que no la pasás bien, porque estás solo, lejos de la familia. También, por el idioma. Yo hablo un aboringlish y no fue fácil, je. Pero yo había ido a jugar. Cuando me presenté, le dije al dueño del equipo que mi intención era jugar la mayor cantidad de partidos posibles, en canchas de primer nivel, con jugadores de gran nivel, y eso está buenísimo.

¿Te quedó algún contacto o la posibilidad de volver?
La realidad es que tengo chances de volver, al mismo lugar o a Pensilvania, que tiene un nivel un poco más alto, pero veremos... Mi esposa estudia Kinesiología en la Universidad. Hoy no podríamos, por el estudio y por un par de cosas más... Tendría que dejar Fénix, y esa sería una decisión muy difícil también, pero nos gustaría ir a vivir allá.

Cuando estabas allá, Fénix fue a jugar la NAFA y el ISC. ¿Cómo fue el reencuentro?
Uff... La noche anterior a que llegaran los chicos, no dormí. Tenía una emoción tremenda. Y, cuando llegaron, los abrazaba como si no los hubiera visto en años y, en realidad, habían pasado dos meses nomás.

¿Qué significa representar a la UNLaM en esos torneos?
Es muy fuerte. Nos nombran como la Universidad Nacional de La Matanza y se nos infla el pecho. Después, escuchar el Himno y ver la bandera argentina colgada, también, es muy emocionante. Pero, para nosotros, que somos un grupo de chicos que está representándola jugando al sóftbol, es un orgullo.

Fotos: Claudia Schvemler (Estudiante Fotoperiodismo UNLaM)

CÓmo LLegar

   Florencio Varela 1903 (B1754JEC)
   San Justo, Buenos Aires, Argentina
   (+5411) 4480-8900
   deportes@unlam.edu.ar